viernes, 26 de junio de 2020

Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth: Laurelinad

Leyendas de Erodhar
Ilustración del aprendiz de mago Laurelinad, personaje de la saga Leyendas de Erodharen una de las escenas más importantes del primer libro. El dibujo es obra de Ricardo Muñoz.

Los vientos de guerra asolan Erodhar y amenazan con aniquilar a todo ser vivo. Valiant y sus amigos deben encontrar la forma de evitarlo. Para ello, vivirán multitud de aventuras y se enfrentarán a monstruos y tiranos. El destino de hombres, elfos, orcos y enanos pende de un hilo. No esperes más, ¡vive la leyenda!

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Fragmento del libro en el que se basa la ilustración:

[...] Todo pasó muy deprisa. A la orden de su capitán, ballesteros y arqueros dispararon al tiempo que otros soldados tiraban sus lanzas. Valiant no pudo hacer nada salvo observar el vuelo de los proyectiles con el corazón encogido de miedo. Laurelinad alzó su vara, que emitió un resplandor carmesí, y un escudo de energía apareció alrededor del grupo; una cúpula añil que resistió el choque de flechas y picas, convirtiéndolas en astillas. De no ser por la intervención milagrosa del aprendiz de mago, habrían muerto todos acribillados.
 —¡Malditos bastardos! —gritó Trianna enfurecida—. ¡Cobardes! ¡Valéis menos que una cagarruta de cabra!
   Desde el interior de la cúpula, Galadoriel y Elhendor dirigieron sus arcos hacia las atalayas y dispararon. Sus flechas no hallaron resistencia, atravesaron la barrera protectora y abatieron a los dos centinelas, que se precipitaron al suelo nevado.
   Los enemigos miraban atónitos la cúpula, no sabían cómo actuar.
   —¡Idiotas! ¡¿Qué hacéis?! —bramó enfurecido el comandante Arturo—. ¡Volved a disparar!
   Una segunda tanda rebotó en el escudo mágico, que perdió un poco de brillo.
  —¡Otra vez! ¡Fuego a discreción! ¡Disparad hasta que se desvanezca!
   Descarga tras descarga, las saetas explotaban en mil pedazos. Elhendor y Galadoriel respondían con disparos certeros que mataban a los enemigos de dos en dos, pero eran demasiados y la cúpula perdía color por momentos, volviéndose cada vez más trasparente.
   —No aguantará mucho más —musitó Valiant preocupado, viendo el rostro crispado y empapado en sudor del joven mago. El gran esfuerzo que requería mantener el hechizo le estaba pasando factura.
  Una flecha encontró un agujero y pasó rozando el hombro de Nimue. La serafín alzó la espada y se agachó.
   —No podemos permanecer aquí, ¡hay que hacer algo!
  —Pues luchemos —gruñó Galathor, enarbolando su martillo con ambas manos—. Enviemos al infierno a tantos como podamos.
   Sir William alzó su espada y gritó:
   —¡Todos a mí! ¡Preparaos para cargar!
 Formaron una fila a toda prisa, dejando al caballero en el centro.
  —¡Esperad! —exclamó Laurelinad. Sus ojos se habían encendido, emitían un extraño fulgor dorado. Apretando los dientes, pronunció unas palabras inaudibles y la barrera mágica se convirtió en un remolino de fuego. Los adversarios se sobresaltaron y retrocedieron asustados ante aquel espectáculo lumínico.
 —¡No paréis ahora! ¡Seguid disparando, mendrugos! —chilló Arturo—. ¡Matad al maldito mago!
   Mientras el enemigo cargaba arcos y ballestas, Laurelinad emitió un gritó de rabia y, con un último esfuerzo, proyectó el anillo de fuego, que barrió el campamento en todas las direcciones como si se tratase de la onda expansiva provocada por el choque de un meteorito. Decenas de soldados fueron quemados vivos, sus aullidos de dolor y desesperación resonaron más allá de la empalizada.
   Tras el caos, un silencio desgarrador se adueñó del campamento. Casi todas las tiendas de campaña se habían convertido en hogueras y la tierra negra estaba salpicada de cadáveres calcinados. [...]

sábado, 6 de junio de 2020

Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth: Trianna y Nimue

Un poder oscuro ha sido liberado, todo Erodhar arderá si nadie lo detiene. El destino de hombres, elfos, orcos y enanos pende de un hilo. Comienza una aventura épica llena de peligros. Únete a los héroes de Erodhar en un viaje hasta los confines del mundo para detener al mal.

Leyendas de Erodhar

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Leyendas de Erodhar

Ilustración: Nimue y Trinna en la emboscada del Bosque de Elodriel. Nimue es una serafín, seres mitad ángeles y mitad humanos que se dedican a servir al dios de la Luz y a luchar contra la oscuridad y la injusticia. Trianna es una de las guerreras más afamadas y respetadas de los intrépidos Hermanos del Hacha, la orden encargada de proteger la frontera sur del Reino Unido de Aldaeron.

El dibujo es obra de Ricardo Muñoz.

Fragmento del capítulo 10 «El camino del lago», donde Nimue y Trianna comparten escena por primera vez:

[...] Comieron entre risas hasta que el tema de conversación se desvió hacia la guerra en ciernes. Lumiere compartió con los demás la historia de Dario Connrad sobre la emboscada.
   —No sé cómo habrá ocurrido, pero las cosas han de estar muy negras en la frontera si todo un batallón de orcos se ha adentrado tanto en nuestro territorio —comentó Reynaldo.
   El general Lumiere asintió pensativo.
   —A mí me preocupa más que los orcos reúnan y organicen un gran ejército —intervino Elhendor, que había terminado de comer y bebía vino semitumbado en una pose más propia de una dama—. Mientras ataquen en grupos pequeños podemos rechazarlos.
  —Tal vez pretendan distraernos con estas incursiones mientras su ejército se acerca —opinó Nimue.
   Galadoriel suspiró.
  —Se trate de una estrategia o no —le dio un trocito de carne chamuscada a Fenja, que descansaba sobre su hombro—, me temo que nos espera una guerra de desgaste.
  —Ojalá te equivoques, son las más duraderas, sangrientas y aburridas —gruñó Barn—. Prefiero una buena batalla campal donde se decida todo. —Chocó el puño contra la palma.
   —El príncipe Varian ha tomado precauciones —aseveró Lumiere—. Ha dividido nuestras tropas de tal modo que podamos defender todos los puntos de la frontera. Si los orcos traen un gran ejército, podremos reunirnos y rechazarlo.
   —En mi opinión, la división del ejército es una mala idea —soltó Trianna.
  El general miró a su hija de reojo. Sentada al lado, ella también había terminado de cenar y pasaba una piedra de afilar por la hoja ancha como la palma de su espadón del tipo montante. Valiant se impresionó cuando la vio desenfundar aquella monstruosidad de acero por primera vez y se preguntó cómo demonios podía levantarla con tanta facilidad.
   —¿Y eso por qué? —inquirió el general con voz grave.
  —Porque no deberíamos aguardar a que los orcos den el primer paso. —Encogió los hombros—. Sería mucho más sensato adelantarnos a sus movimientos e invadirlos. Obligarlos a retroceder hacia las profundidades de su árido reino.
  Algunos, Barn entre ellos, se mostraron de acuerdo y así lo expresaron. A Lumiere no le gustaron los comentarios.
  —El príncipe Varian nos ha traído muchas victorias —los acalló con un tono más brusco de lo normal—. Debemos confiar en su buen juicio y seguir sus órdenes.
     —¿Incluso si se trata de un error?
    Trianna interrumpió su faena y miró a su padre a los ojos, desafiante. Valiant observó lo mucho que se parecían. Además de la constitución física y los ojos grandes color pardo, había heredado su carácter.
  Visiblemente molesto, Lumiere abrió los labios para replicar, pero Nimue se adelantó:
  —Nuestro ejército no es muy numeroso, Trianna, adentrarnos en el mar de arena sería un suicidio.
   La guerrera torció el gesto.
   —Otro gallo cantaría si Su Majestad trajera más hombres de la capital. —Parecía dispuesta a defender su opinión hasta el final—. La Corona tenía un ejército de veinte mil hombres en Baluarte del Rey; sin embargo, el príncipe solo ha traído quinientos caballeros, cuatro mil lanceros y dos mil quinientos arqueros. Con los otros trece mil habríamos combatido al enemigo desde hace semanas en lugar de cabalgar por ahí, intentando reclutar soldados.
 —¡Es suficiente, Trianna! —ladró Lumiere furioso—. Conoces muy bien la situación. El sur está en pie de guerra, sí, pero en el resto del reino también hay tensión. Los nobles están más agitados que nunca desde la enfermedad del rey. Si el príncipe no ha traído más hombres es porque tiene muy buenas razones.
  La dureza de su tono daba el tema por zanjado, nadie más se atrevió a intervenir. Valiant vio cómo Trianna se mordía la lengua y volvía a centrarse en afilar su mandoble. [...]