LOS LINTARI
Blasón:
El
busto de un corcel marrón sobre un fondo bicolor, rojo y verde.
Historia:
El
origen de la casa Lintari es, lo menos, un enorme misterio que los propios
miembros de la casa se han encargado de mantener así a lo largo de su historia.
A pesar de ello, no han faltado los rumores ni las fábulas, difundidas por
medio de cuentos y leyendas populares.
Algunos
de estos cuentos dicen que los Lintari provienen de una larga y antiquísima
estirpe de criadores de caballos del sur, antiguos Señores de las Arenas de Khoradmar, antes de la llegada de los
orcos del lejano continente de Sarhamud. Otros cuentos, difundidos por peores
lenguas, dicen que descienden de una estirpe igual de larga e igual de antigua
como la de los Señores de las Arenas,
pero de mucha peor fama; la de los ladrones y los traficantes de caballos y
esclavos, cuyo poder e influencia en los bajos y no tan bajos fondos de los
reinos humanos del sur, sigue siendo igual de elevada incluso en el presente.
Por
último, una de las versiones más extendidas entre las altas y bajas alcurnias
del reino, dicen de los Lintari que eran grandes comerciantes, y entre los
productos con los que comerciaban se contaban las sedas más finas y nobles, las
amatistas más bellas que el hombre era capaz de extraer de las entrañas de la
tierra, y los purasangre más fuertes y resistentes que podían ofrecer los
grandes domadores de caballos. Fuera cual fuera la verdad, lo único realmente
conocido por todo el mundo, nobles y plebeyos por igual, es que los Lintari
consiguieron cosechar una gran fortuna hacia el undécimo siglo de la Tercera
Edad; fortuna gracias a la cual pudieron comprar títulos nobiliarios para todos
los miembros de su casa.
La Alianza con la Casa Nomenglaus
En
el año 1160 de la Tercera Edad, la casa Lintari era la más rica y famosa de
todo Silverton. Tal era su fama que, a pesar de no poseer tierras propias, se
les consideraba una de las familias más importantes de todo el reino, y se les
invitaba continuamente a asistir a los festejos organizados por el rey Vor
Nomenglaus “El Terrible”. Fue
precisamente en una de estas ocasiones especiales, y coincidiendo con que el
rey había repudiado recientemente a la que había sido su segunda esposa, por no
haber sido capaz de darle hijos, cuando la hermana de Tulio Lintari, -el que
era por aquel entonces el cabeza de familia-, Cinzia, un mujer de gran belleza
y virtud, captó la atención del rey. Dicen que Vor se enamoró de ella nada más
verla, y que antes de acabar el banquete había pedido la mano a su hermano
Tulio, quien no dudó en aceptar la propuesta, plantando así las bases de lo que
tenía toda la pinta de ser el inicio de una alianza larga y próspera entre las
dos familias.
El conflicto de la Boda Real
Tan
sólo medio año más tarde, la Boda Real entre Vor y Cinzia se llevó a cabo en
Andorath. En el banquete de la misma estaban presentes las más grandes,
importantes y poderosas familias nobiliarias del reino. Entre ellas se
encontraba la casa Doncaster de Silverton, por aquel entonces la casa reinante
de la provincia del mismo nombre. Su líder y señor de la provincia, Cornelius
Doncaster, había acudido acompañado por su esposa y sus dos hijos: Corwin, el
heredero de Silverton, y la joven y hermosa lady Alyssa.
Al
igual que Cinzia Lintari conquistó al monarca con su belleza en un banquete, la
de Alyssa captó la atención de otro miembro de la familia real; de nada más y
nada menos que el joven príncipe Wilburn Nomenglaus, hijo de Vor y su primera
esposa, y por tanto, heredero al trono de Aldaeron.
Completamente
hechizado por ella, Wilburn buscó su compañía a lo largo de toda la velada, y
la chica, como era de esperar, satisfizo el capricho del joven príncipe. Bailó
con él, compartió vino con él y charlaron durante horas sin saber que aquello
iba a tener un desenlace nada agradable. Y es que, tal fue el encaprichamiento
de Wilburn para con ella, que antes de que amaneciera pidió a su padre
concertar su matrimonio con el padre de Alyssa, lord Cornelius Doncaster. El
rey, que estaba de muy buen humor en compañía de su nueva esposa, y debido al
estado de embriaguez en el que se encontraba, accedió e hizo la proposición
delante de todos los presentes en la gigantesca sala del trono del castillo
dorado de Andorath, a pesar de saber que la chica ya estaba comprometida con
uno de los vasallos más importantes de lord Cornelius, lord Cormac Craig, señor
del castillo de Klaven, quien también estaba presente en el banquete.
La
casa Doncaster eran una de las familias de nobles más antiguas y de mayor
tradición en el reino (habían sido una de las doce casas nobiliarias que
firmaron la unión de los distintos reinos y principados del centro de Thaldorim
bajo una única bandera, la del Reino Unido de Aldaeron), y por tanto se tomaban
muy en serio los acuerdos y los pactos que cerraban con otros nobles. Por ello,
lord Cornelius, habiendo dado su palabra de entregar la mano de Alyssa a lord
Cormac, no tuvo más remedio que rechazar la propuesta del rey. Como era de
esperar, a Vor no le gustó en absoluto la respuesta de Cornelius. A pesar de que
este hubiera sido de lo más cortés y afable al explicarle los motivos de su
rechazo, la ira de Vor fue brutal, no por nada se le titulaba El Terrible, pues señaló con el dedo a
los Doncaster, los acusó de irrespetuosos y de haber deshonrado el apellido
Nomenglaus, y, por último, los expulsó de su castillo como si fueran unos
vulgares plebeyos.
El ascenso al poder de los Lintari
A
pesar de todas sus riquezas y su nueva posición privilegiada en el seno de la
corona, (el rey le había otorgado el cargo de Gran Maestre de la Moneda), Tulio
Lintari ansiaba por encima de todo poseer sus propias tierras y su propio
castillo, así como gobernar algún día sobre la provincia de Silverton, cuyo
valor, gracias a las grandes vendimias y granjas del sur, era incalculable.
Cuando
Vor expulsó de Andorath a los Doncaster, supo que no se le presentaría una
mejor ocasión que aquella para intentar hacerse con el control de la capital de
la provincia. Así que el viejo zorro Lintari contrató los servicios de una
compañía de mercenarios, compró la lealtad de algunos de los nobles más
importantes de Silverton, como los Barrow de Castillo Barrow, los Royce de
Cresson o los Ethelred de Farid, y asaltó la plaza fuerte de los Doncaster de
la ciudad de Silverton; en plena noche y con una tropa menor, para tomar por
sorpresa a la guarnición del castillo.
A
pesar de la sorprendente y bien llevada a cabo estrategia del enemigo, lord
Cornelius logró movilizar a sus tropas y defender la ciudadela durante algunas
horas, hasta que comprendió que no podían ganar aquella batalla, momento en el
que decidió huir junto a su hijo Corwin y su hija Alyssa por uno de los muchos
túneles y pasadizos secretos que había construidos bajo el castillo. Desprovistos
de su hogar, los Doncaster se refugiaron en el castillo de Klaven, con sus
aliados los Craig, donde Cornelius redactó un edicto mediante el cual declaraba
a los Lintari y a sus partidarios traidores. Un edicto que envió a Andorath
junto con una carta para Vor, pidiendo al monarca acudir al sur con el ejército
real para devolver la paz del rey a la provincia e imponer los castigos
pertinentes a los insurgentes. La petición no sólo no fue satisfecha, sino que,
además, el rey, persuadido por su esposa, declaró como falsas las acusaciones
de Cornelius hacia los Lintari, y nombró como nuevo señor de la provincia de
Silverton a Tulio.
El inicio de la Guerra por
Silverton
Humillado
por segunda vez en menos de un año por el rey Vor, Cornelius Doncaster maldijo
a los Nomenglaus y decidió tomarse la justicia por su propia mano. Sabía que el
único modo de recuperar aquello que le pertenecía por derecho era venciendo a
los Lintari en combate, y para ello tenía todas las de ganar, pues aún contaba
con el apoyo incondicional de aquellos señores, grandes y pequeños, que no se
habían dejado comprar por el oro de Tulio. Junto a su hijo Corwin y con ayuda
de lord Cormac, concertó una reunión secreta en Yeofort, el castillo de los
Willhard, donde acudieron, para su grata sorpresa, más de la mitad de los nobles
de la provincia de Silverton. Entre todos reunían una fuerza de más de treinta
mil hombres, lo cual les entregaba una gran ventaja sobre los Lintari, cuyo
ejército apenas si alcanzaba los veinte mil soldados.
Puesto
que el invierno estaba al caer, el punto más importante por tratar a lo largo
de la asamblea, aparte de planificar la campaña contra los Lintari, fue la de
asegurar la cantidad necesaria de víveres para alimentar al ejército. Para ello
resultó de gran ayuda la presencia entre sus aliados de lord Marcus Terrel,
señor del castillo de Sidway y las tierras de las grandes vendimias del sur, y
de lord Helmuth Wedston, del castillo de Langfort, señor de Vega Silvestre.
Entre los dos dominaban las tierras más prósperas de la provincia, que producían
más de la mitad del grano y la uva anual.
Tulio
Lintari, por otro lado, sabía que tenía que jugar sus cartas a la perfección si
quería conservar su recién estrenado título nobiliario y, sobre todo, si quería
conservar la cabeza al cabo de aquel conflicto. Su mejor baza era el apoyo del
rey y sus riquezas, así que gracias a ello firmó un tratado con la casa
Conwell, señores de la provincia Valle del Sol, quienes les proporcionaron, a
cambio de una sustanciosa cantidad de oro, los víveres necesarios para
alimentar a su ejército durante al menos un año completo.
Resuelto
ese dilema, a continuación las intenciones de Tulio eran las de esperar a que
pasara el invierno, para después lanzar un ataque contundente contra las tropas
de Doncaster y obligarlos a retroceder hacia el sur, hacia las montañas, para
aislarlos y dejarlos enfrentar adversidades. Por desgracia, sus planes se
vieron frustrados cuando Cornelius Doncaster hizo un movimiento de lo más
ambicioso y asedió el castillo de Barrow.
Puesto
que la plaza fuerte de sus aliados, los Barrow, estaba a muy pocas leguas al
sur de la ciudad de Silverton, y la pérdida de la fortaleza podría significar
un desastre, Lintari movilizó a sus tropas y partió para atacar a los
Doncaster. Corría la primera quincena del nuevo año, un nuevo año azotado por
ventiscas y nevadas constantes, cuando los dos ejércitos chocaron por primera
vez. Cornelius Doncaster había esperado ese movimiento por parte de Tulio, y
por tanto formaba parte de sus planes, lo que no se esperaba era que el ejército
de los Lintari, formado en su gran mayoría por mercenarios, luchara del modo en
que lo hizo, ni que los elementos les favoreciera a ellos. Y es que las tropas
de Lintari no sólo resistieron las oleadas sucesivas de los albarderos y los
lanceros enemigos, sino que lograron romper su formación, haciéndolos
retroceder de manera desorganizada, lo que le permitió a Tulio enviar a su
caballería para acosar los flancos enemigos y acabar con rapidez con buena
parte de sus arqueros.
Cornelius
tuvo que renunciar al asedio y retroceder hacía el sur, para reorganizar sus
tropas y lanzar un nuevo ataque desde una posición de poder. Para ello
necesitaba tiempo, así que cruzó el río Alto y posicionó a lo que le quedaba de
sus arqueros en la orilla sur para que el enemigo no pudiera seguirle. Por
desgracia para él, las fuertes nevadas y ventiscas dificultaban la visibilidad,
y a duras penas podían ver lo que sucedía en la otra orilla del río. Tulio sabía
eso, así que aprovechó la situación en su favor. Colocando su infantería en la
orilla norte del río, envió a la caballería a cruzar el río por un vado situado
más al oeste, y sorprendió a los arqueros de Cornelius atacándolos por detrás.
Fue una masacre.
La contraofensiva
Derrotados
y sin arqueros, los Doncaster y sus aliados se vieron obligados a retroceder
hasta Yeofort. Por desgracia, el castillo de los Willhard no destacaba por la
robustez de sus defensas, y Cornelius sabía que Tulio no dudaría en asediar la
fortaleza si se refugiaban en ella, así que siguieron la orilla del Lago de
Cristal hasta el castillo de Hattin. Era más grande y robusto, y contaba con
las defensas necesarias para resistir un asedio de larga duración. Además,
tenía fama de no haber sido conquistado nunca, lo que haría a cualquier
comandante pensárselo dos veces antes de lanzar un ataque directo contra sus
murallas, así que Cornelius decidió acampar allí para esperar a que finalice el
invierno y se vayan recuperando sus heridos.
Tulio,
motivado por su gran victoria, prosiguió hacia el oeste y se hizo rápidamente
con el control del castillo de Yeofort y el Embarcadero de Klaven. Pocas
semanas después obligó al castellano de lord Cormac a rendir el castillo de los
Craig. Para ello no empleó la fuerza, tan sólo la amenaza de asaltar la
ciudadela y pasar por el cuchillo a todos los habitantes, ya fueran hombres,
mujeres o niños. El resultado de aquello fue el control de toda la zona
oriental del Lago de Cristal, pues además contaba con la plaza fuerte de
Cresson, el hogar de sus aliados los Royce. Lo que en un principio parecía el
inicio de una guerra de larga duración, se había convertido en una guerra que
estaba a punto de terminar.
La batalla de Hattin (1161 T.E.)
A
Tulio le bastaba con volver a vencer a los Doncaster una vez más, y sin duda
alguna la mayoría de los nobles que los apoyaban terminarían por rendirse o
incluso por cambiar de bando, lo que significaría el fin de Cornelius y su hijo
Corwin. Así que preparó todo para atacar Hattin en cuanto acabasen las nevadas.
Sabía que era un movimiento arriesgado, por esa razón procedió con mucha cautela.
Lo primero que hizo fue enviar algunos grupos reducidos de hombres para cortar
las rutas de suministro de los Doncaster, y después movió su ejército hasta las
cercanías del castillo de Hattin, donde levantó un campamento y puso la plaza
fuerte bajo asedio.
Pocos
días después de que las tropas de Tulio rodearan Hattin, las puertas del
castillo se abrieron y el ejército de Cornelius abandonó la protección de sus
murallas. Tulio no pudo sino celebrar aquel movimiento por parte de su enemigo,
pues enfrentarlo en campo abierto era el mejor regalo que le podría haber
hecho. Así que atacó a Cornelius de frente, convencido que aquel sería el final
de la guerra. Grande fue su sorpresa cuando descubrió que otro ejército enemigo
los estaba cercando por la retaguardia. En su desesperación por derrotar a los
Doncaster de una vez por todas, no había contado con la astucia de Cornelius,
quien un par de semanas antes de que Tulio llegara con su ejército, había
enviado a su hijo Corwin junto a la mitad de sus hombres al sur, a las
montañas, donde, a marcha forzada, dieron un rodeo de varias decenas de leguas
para posicionarse justo detrás del ejército de Lintari, en el pequeño pueblo de
Colina Cuervo.
La
batalla duró un día entero. A pesar de no poseer arqueros, Cornelius utilizó su
infantería para causar estragos entre las filas enemigas. Más de siete mil de
los soldados de Lintari perecieron aquel día en los alrededores de Hattin, y otros
dos mil se convirtieron en prisionero antes de caer la noche.
Tulio,
por otro lado, al verse rodeado y sin posibilidades de vencer, tomó una
decisión inesperada. Sacrificó la mitad de su ejército, dejándolo a merced de
la infantería pesada de Cornelius, y lideró la otra mitad contra las tropas de
Corwin. Aquella era una estrategia de todo o nada, ya que, si no lograba romper
las líneas enemigas, acabaría siendo prisionero o muerto. Por suerte para él,
la fortuna volvió a sonreírle cuando sus hombres lograron herir y capturar a
Corwin, lo que desmoralizó las tropas enemigas lo suficiente para atravesar sus
defensas y huir con lo que le quedaba de su ejército (poco más de cinco mil
hombres), de vuelta a Silverton.
Dos días y dos noches
La
batalla de Hattin cambió drásticamente el curso de la guerra, y todo podría
haber terminado pocas semanas después, cuando Cornelius se dirigió con sus
tropas para sitiar la ciudad de Silverton. Sin embargo, en vez de obligar a Tulio
Lintari a rendirse, ahora tenía que negociar con él por la vida de su hijo
Corwin.
Como
era de esperar, Tulio se aferró a esta última baza para ganar tiempo. Su
ejército estaba en clara inferioridad numérica, así que amenazó a Cornelius con
cortar la cabeza de su primogénito si asaltaba la ciudad. Cornelius, por otro
lado, prometió a Tulio perdonar su vida y permitirle marchar en el exilio, si
rendía la ciudad pacíficamente y dejaba libre a su hijo. Le otorgó dos días y
dos noches para pensar en su oferta y tomar una decisión. Al alba del tercer
día, si rechazaba su propuesta, atacaría la ciudad y mataría sin piedad a
Lintari y a todos sus aliados, siendo el castigo para Tulio aún peor que la
mera muerte, si se atrevía a hacerle daño a Corwin.
Tulio
se pasó los dos días y las dos noches en vela, reflexionando sobre lo que debía
hacer, y lamentando por haber llegado a verse metido en esa situación. A pesar
de sus dudas, había una cosa que tenía clara. No podía rendirse, no podía
perder todo lo que había ganado, así que ordenó a sus hombres construir una
pira en lo alto de la muralla, y mandó a atar a Corwin a ella. Cuando rompió el
alba y Cornelius acudió para escuchar la decisión de Tulio, vio a su hijo en lo
alto de la pira, atado a una estaca y rodeado por cuatro hombres armados con
antorchas. Tulio estaba apoyado en el matacán de la muralla, con una sonrisa en
los labios.
“—Así que has elegido la
muerte para ti y para tus hombres —le dijo Cornelius con rabia, al ver aquello.
—He elegido vivir —le
contestó Tulio, sin perder la sonrisa—. Y te ofreceré la misma elección a ti.
Planta rodilla ante mí, reconoce mi soberanía sobre la provincia de Silverton,
y júrame vasallaje. A cambio dejaré con vida a vuestro hijo y os permitiré
marcharos. Seguiréis siendo nobles, pero no tendréis tierras. Tenéis dos días y
dos noches para decidiros.”
Cuando
Tulio se hubo marchado de la muralla, Cornelius regresó a su campamento, reunió
a sus aliados y les pidió su opinión. No hubo ni uno que le aconsejara dejar
morir a su hijo, pero tampoco le incitaron a hacer lo contrario, así que fue
Cornelius, y sólo Cornelius, quien tuvo que tomar la decisión. La más difícil de
toda su vida.
Al
día siguiente desplegó su ejército y atacó la ciudad.
El príncipe y la reina
Sorprendido
por la decisión que había tomado Cornelius, Tulio se dispuso para defender las
murallas de la ciudad, y estuvo a punto de ordenar a sus hombres quemar vivo a
Corwin, cuando unos cuernos de guerra resonaron en la lejanía. Poco después
hizo su aparición en lo alto de la colina adyacente a la ciudad, un ejército
que portaba los estandartes del rey: cuatro mil caballeros de la Guardia de
Honor, quince mil infantes y seis mil arqueros. El ejército real completo.
Al
frente del ejército iba, además del príncipe Wilburn, la reina Cinzia, así que
Cornelius comprendió al instante que aquel ejército no estaba allí para
intervenir por su causa. Al contrario, estaba allí para acabar con los
Doncaster y asegurarse que los Lintari ganaban la guerra. De modo que no le
quedó más remedio que reconocer su derrota. Acudiendo ante la muralla donde
estaba Tulio, se arrodilló reconoció a los Lintari como los nuevos señores de
la provincia de Silverton. Después les juró vasallaje.
Desde
entonces y hasta el día de hoy, los Lintari han sido los nuevos señores de la
provincia de Silverton. Los Doncaster, aunque humillados y desprovistos de todo
su poder e influencia, lograron recuperarse con el paso de las décadas.
Construyeron un nuevo hogar para sí mismos, un castillo al que llamaron
Bellefort, y en el presente son la segunda casa más poderosa de la provincia de
Silverton, después de la casa Lintari.
Actualidad:
Familia
de LORD MARCO LINTARI, señor de la Provincia de Silverton desde el año 1442 de
la Tercera Edad.
—Su esposa, [LADY ARIENNE] de la
casa Barrow, muerta por enfermedad en 1444, a la edad de treinta y dos años.
—Su hija, LADY AERYN, de veintidós
años, es la heredera de Silverton.
—Su madre, LADY RIHIELLE, de la casa Rew, de sesenta
y nueve años.
—Hermanos:
—JONES, de cuarenta y dos años.
—MARGE, de cuarenta años.
—JAIME, de treinta y siete años.
—Sobrinos:
—Por parte de Jones:
—ROWLAND,
de quince años.
—LORA, de
doce años.
—Por parte de Marge:
—MELBA,
de catorce años.
—MARLEEN, de doce años.
—Por parte de Jaime:
—LYN, de dieciséis
años.
—SHARLEEN,
de diez años.
—ALYSSA,
de ocho años.
Árbol Genealógico